Una de sus principales características es que pueden instalarse tanto de forma permanente como temporal. Es decir, es un toldo que puede disfrutarse, por ejemplo, en un patio o jardín durante el verano –época en la que se hace más necesaria la protección del sol- como alternativa perfecta a una sombrilla o pérgola y retirarse en el invierno, cuando precisamente se busca aprovechar más el calor.
Se pueden fabricar con cualquier tipo de tejido, aunque se recomienda analizar las características de la zona en la que se vayan a colocar para elegir el más adecuado. En general, se emplean tejidos resistentes pero livianos para facilitar su montaje y su posterior retirada y limpieza. Uno de los más comunes es el Polietileno de Alta Densidad (HDPE), que protege de los rayos UV y permite el paso del aire sin acumular calor.
Respecto al tipo de fijaciones que se utilizan, los toldos vela pueden presentarse cubriendo estructuras similares a las empleadas en las pérgolas o bien instalarse con tensores que son los que, en definitiva, le permiten diferenciarse de otro tipo de toldos. Estos tensores favorecen, además, que el toldo pueda adaptarse mejor a los espacios y montarse y retirarse sin problemas.
Los modelos más frecuentes que se encuentran actualmente en el mercado tienen forma rectangular o triangular, aunque son muchas las empresas especializadas que ofrecen la posibilidad de personalizar el diseño y fabricar todo tipo de formas geométricas.
En el caso de los triangulares, los precios pueden oscilar entre los 60 y los 80 euros según las dimensiones o el tejido con el que se fabriquen y, tomando como base las mismas variables, los modelos cuadrangulares y rectangulares suelen tener un coste de entre 100 y 150 euros.
Además, es posible crear estructuras que combinen varios diseños de toldos y, en caso de que el espacio que se desee cubrir sea especialmente grande –por ejemplo, en el caso de la terraza exterior de un restaurante-, también existe la alternativa de personalizarlo y conseguir crear diferentes ambientes.